11 de marzo de 2010

I (L) Wikipedia


En esta época digital en la que Wikipedia nos ha solucionado la vida a más de uno [I (L) WIKIPEDIA], he mirado hoy mi estantería y he estudiado mi presupuesto en libros para los próximos meses y algo trágico me ha venido a la cabeza.

Tengo diccionarios para todos los gustos y colores, para…
para los altos, para los bajos,
para los gordos, para los flacos,
para los de aquí, para los de allá…


Además, por supuesto, de una enciclopedia en muchos tomos que ocupa dos estantes enteros en el salón de mi casa. Y vienen dos tortuosos diccionarios más, uno científico y otro técnico que me hacen llorar cada vez que pienso en ellos. ¿Serán como el que ya tengo de jurídica que recoge las muy complicadas palabras de "duda", "dibujo", "día", "madre", etc, etc.? Ejem.


No me malinterpretéis. Los diccionarios me han ayudado mucho y especialmente el de español y el de sinónimos (que a falta de uno, tengo dos) son vitales para el escritor y, por qué no, para el buen hablante de esta nuestra lengua, pues "el español es un idioma loable lo hable quien lo hable" (Luis Piedraita (L)). Pero en este año tan digital en el que todo está al alcance de nuestra mano con un clic, el espacio que ocupan en mis estantes estos diccionarios y el tiempo que tardo en buscar entre sus páginas me parece un desperdicio (véase las dos horas que pasé buscando anteayer en el diccionario de árabe antes de pasarme a Google). Eso sí, el día que las máquinas se rebelen, volveremos a nuestros viejos compañeros y sólo nos cabe esperar que nos reciban con las páginas abiertas, que viendo como los estamos dejando en el olvido bien podrían cortarnos con sus hojas o chafarnos con su kilo y medio de peso como venganza.

No hay comentarios: